Aquel
primer día que me dijo: "tenemos que hablar", después de unos mágicos
7 meses, creo que experimenté las sensaciones más espantosas posibles, en un
minuto.
¡Qué
digo un minuto? Seguramente fue medio, o puede que, incluso, menos.
Cuando
acabó el "hablar", mi mente se llenó de signos de interrogación
confusos.
Acabábamos
de terminar una subida por senderos de montaña de tres horas.