Empezaría
con ese refrán de "las palabras se las lleva el viento, lo que cuentan son
los hechos", pero no sé, en realidad, cuánto de cierto hay en esta
afirmación.
Sí
es cierto, puede ser más bien, que lo que cuentan son los hechos, pero el acto de decir "1+1 son
2", elegir una serie A de palabras y no una serie B, para un momento C, es
un hecho en sí mismo. Las palabras se las
lleva el viento, pero el hecho de decir esas palabras podría no ser tan
ágil de que se lo llevara una brisa o un tornado...
Por
ejemplo, podría decirte que "te quiero", pero si te miento, te ignoro
o te pego a la vez, esas palabras significan poco; ya que no es ni siquiera un
"te quiero a mi manera". No. Querer lleva implícito no hacer daño, no
herir, y no se puede querer provocando dolor, así que ese hecho de decir ‘te
quiero’ sería mejor que se lo llevara el viento, con sus palabras incluidas...
En
cambio, decir un ‘te quiero’, de corazón, demostrando que te adoro, te
idolatro, cambiaría mis circunstancias si pudiera estar a tu lado compartiendo
mi vida, un acto de valentía para expresar algo así; es un hecho que queda, que
ni el viento huracanado del marzo de Castellón, se puede llevar... (entérate,
sí; que te quiero y no es algo que se alejó con el viento...).
Las
palabras pueden calar más o menos hondo, pueden ser dichas en un mejor o peor
momento y pueden ir más o menos acompañadas de hechos congruentes, así que por
ello, valorar el alcance de nuestros mensajes lo considero vital.
Un momento de despedida acompañado de un "lo mejor que he vivido ha sido contigo", deja una huella mayor que un "que te vaya genial todo". Cuando la persona que recibe esas palabras, no espera un mensaje similar para nada, cuando esas palabras no se esperan de ese emisor, esa huella es mayor...
¿Era
necesario? ¿es necesario? Me pregunto el para qué de ese mensaje, porque por
muy sinceras que sean esas primeras palabras, el/la receptor/a no las va a
vivir igual, que la segunda frase. Es más, puede que posiblemente las segundas
le causen un sentimiento positivo de alegría, por ver un bonito deseo hacía
ella… pero no es lo mismo.
No
es lo mismo, un mensaje que implica al otro, que uno neutro de implicación. No
es lo mismo que te diga qué siento, que te diga qué mañana sale el sol. No es
lo mismo que te diga esto ahora que acabo de estar contigo, que un año después.
No es lo mismo que la persona que lo recibe piense que esas palabras son
sinceras que piense que le están timando. No es lo mismo que las palabras
causen dolor que activen el sistema positivo de cada cuerpo. No es lo mismo… Y
no es cuestión de jugar a adivinar qué efecto va a tener en el otro nuestras
palabras, es cuestión de pensar que quizá es mejor elegir la serie B de
palabras, por mucho que sintamos la A... porque ese hecho, no tiene el mismo
alcance.
Y
es que, ¿acaso va a cambiar algo? Las palabras no se las lleva el viento,
aunque no las acompañen los hechos... Las palabras que se han dicho duelen o generan
alegría, y ese sentimiento perdura, tanto como lo que la persona que las recibe
necesita para asimilar su significado, para darles la vuelta de lo que fueron
para ella en el momento en que las recibió y darse cuenta de qué son en el
presente.
El
alcance de nuestras palabras importa.
A veces (yo la primera, es lo que tiene esa impulsividad tan mía), no podemos guardar ciertas cosas que nos matan por dentro. Necesitamos expresar mil y un pensamientos y sentimientos, y siempre hay una intención en hablar de algo.
A veces, no medimos qué va a significar decir ciertas cosas, no medimos el alcance y puede que no sea bueno. Hay que ser sincero, aunque suponga que algo va a cambiar después de esas palabras; aunque suponga que nos estamos complicando la vida, o que vas a descubrir de mí, algo que no sabías, que siento algo, que las cosas no eran como parecían ser.
A veces (yo la primera, es lo que tiene esa impulsividad tan mía), no podemos guardar ciertas cosas que nos matan por dentro. Necesitamos expresar mil y un pensamientos y sentimientos, y siempre hay una intención en hablar de algo.
A veces, no medimos qué va a significar decir ciertas cosas, no medimos el alcance y puede que no sea bueno. Hay que ser sincero, aunque suponga que algo va a cambiar después de esas palabras; aunque suponga que nos estamos complicando la vida, o que vas a descubrir de mí, algo que no sabías, que siento algo, que las cosas no eran como parecían ser.
Las
palabras no se las lleva el viento cuando son sinceras, cuando calan, cuando
sorprenden, cuando me hacen cambiar lo que pienso hasta ese momento, cuando
ilusionan, cuando entristecen, cuando te hacen descubrir algo que desconocías…
las palabras no se las lleva el viento, y el hecho de que me digas esas
palabras tampoco.
Quizá
el alcance debería valorarse en el momento en el que se expresa algo,
calculando si se está seguro de lo que se va a decir. No te puedo decir a la
ligera algo importante, si no sé, con veracidad, que lo que expreso sea así. Y
sí, puede que hoy, ahora, en el momento en el que lo expreso sea así, y pasado
mañana, la vida me haga ver que me equivoqué, o que quizá las palabras han
perdido el significado que tuvieron… por ello, quizá sea importante, otro
hecho, demostrando de nuevo que las palabras no se las lleva el viento y que en
este ahora, te digo lo que hoy pienso, o que lo que dije antes de ayer, no era
tan así…
No
creo que las palabras se las lleve el viento. Puede que mensajes del tipo “voy
a comer lentejas” o “mi vecino está en el paro”, sí; pero los mensajes que implican
sentimientos, que ilusionan o hacen daño, que dicen qué pienso o no de ti; no
se los lleva el viento. Y valorar el alcance implica ser sincero, porque quizá es
lo único importante, ya que desde mi punto de vista, no expresar algo no es
buena opción. A veces, podemos elegir las palabras, y un ‘te quiero’ se puede
cambiar, por un ‘me encantaría que todo te vaya bien’, ‘pasa un buen verano’ o ‘me
ha hecho ilusión verte’. A veces, decir ‘te quiero’ cala demasiado… y es que
por mucho que sólo sean palabras, el hecho de expresar un mensaje así, no se lo
lleva el viento.
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