A la vez.
De todo vale y de nada importa.
Me conquistaste, desde el centro de la pista, con
esa arma arrojadiza de mirada felina y salvaje, que me dejaba desnuda y
tiritando, acorde a mi disfraz de niña buena. Y con ese singular toque de
caderas, al compás del ritmo de la noche, ¡yeah!
Me flasheaste in situ, y me costó decidir,
lo que cuesta echarlo a suertes con una moneda...