¡Hay que querer! Quererse y querer a las personas que nos rodean, ponernos en su lugar para entenderles mejor.
¡Hay que querer! Querer conseguir nuestros sueños, ponerse en acción y buscar la manera de lograrlos.

sábado, 5 de julio de 2014

No saber

Ahora, me gustaría saber qué decirte, que me saliera de forma espontánea, sincera y honesta; pero es complejo... en este momento, te veo rota. 
Tu mirada está teñida de oscuro de tristeza, de tono morado o añil posiblemente; cuando hace sólo dos días irradiaba un brillo tal, comparable a la luz que desprende la cola de una estrella fugaz.
¿Qué nos pasó?

Antes, ninguna de las dos hubiéramos permitido que la otra llegara a este extremo.
Me da miedo hablarte. Me da miedo porque palpo tu dolor; porque me invaden tu impotencia y tus ganas de huir, de correr sin mirar atrás con las mismas ansias que se tienen de despertar de una pesadilla.
Me eclipsa tu catatonia, tu contradictoria balanza de dejarlo todo atrás, pero volver al pasado. Me duele no saber cómo actuar, porque a la vez, me transmites un amor en mayúsculas, grande, sincero, fiel, profundo, de esos que no salen en las películas, porque son demasiado reales para poder ceñirse al papel de actores de guión estudiado.
Estás jodida, amiga, y lo estás mucho. 
Lo peor, como bien sabes, es que no sirven las palabras. No sirve que te diga que todo pasará, que no merece tus lágrimas, que vales mucho. No sirven discursitos de chavo y nabo, que prometen un futuro mejor. No sirve nada. Ni siquiera corrernos una fiesta y beber, beber mucho para olvidar. No vas a olvidar. No vas a reír. No vas a bailar, y ni siquiera lograría que llegaras a subirte al podium.
Aquí te tengo, a mi lado, y me da miedo tocarte, por si te deshaces y me quedo con tus pedazos. 
En este momento, eres el ser más frágil que he visto jamás. Y eso es difícil, porque yo he estado peor que mal, he tenido mis caídas en picado contra roca dura y he llorado hasta no tener más rojo con el que colorear mis ojos... pero tú... ¿tú?
Lo tuyo es un dolor que traspasa, que corta.... afilado.
Estás descompuesta. Eres tantos pedazos de ti misma, que ni siquiera entiendo que puedan llegar a recomponerse. Puedas llegar a recomponerte... Tus piezas desencajadas son como un puzle de nivel experto, y yo no me veo capaz ni de ordenarlas por colores o por tamaño.
Tu mirada neutraliza, y a la vez, está ida. Si pudiera adentrarme por ella, sé que al final del camino lo encontraría a él, apoyado en un muro, con su pose de conquistador, en su moto a toda mecha o moviendo caderas con su ritmazo de seductor.
Y sigues llorando...
Me atrapas con tu llanto. Me dan ganas de unirme y llorar contigo, pero me da por pensar que no sirve para mucho. Sollozos directos al abismo del tiempo perdido.
Quizá, un abrazo es lo único que puede ayudar en estas situaciones. Pero ¿un único abrazo? ¿es lo único que hoy puedo darte, amiga?
Me encantaría decirte que sé que es estar en tu lugar, pero no es cierto. 

Me han pasado cosas, ya sabes, todas esas historietas similares con las que hemos removido neuronas de un lado a otro de nuestro cerebro. Rayadas de nivel superior. Pero si fuera tú, yo no estaría en pedazos, es más, dudo, que ni siquiera sería posible, que captara la mitad del dolor que tú estas sintiendo. 
Siempre fuiste la dura, la fuerte del grupo...
Pero lo peor, es que entiendo que estés así porque, ¿cómo no estarlo? Ni yo, desde mi lugar, logro comprender qué ocurre, qué le ocurre, de qué huye, por qué busca caminos sin ti...
Durante meses, tú, la eterna sonrisa; sí, sonreías como siempre, a toda hora, pero cambiaste de forma. Antes eras la pícara sonrisa, ahora te convertiste en la calmada sonrisa ilusionante. 
En el despacho, cambiaba la intensidad de la luz en el momento en el que hablabas con él, recibías uno de sus mensajes o recordabas algo que te había dicho la noche anterior. Aunque un silencio monótono reinara en nuestra estancia, no hacía falta ni que me dieras la "noticia", te juro que cambiaba la luz. ¡Era tan brutal! El brillo que desprendían tus ojos, ese brillo... pufffff... se contagiaba con el ambiente de tal manera, que yo alucinaba. 
Nunca te había visto tan feliz. Repito, nunca. 
Pero no sólo puedo hablar de ti...
Él... él mutaba al verte. No hacía falta ni conocerle. Observarle cómo actuaba, desde la sombra, bastaba para leer que estaba colado por ti. Cómo te miraba, cómo se hacía ver, cómo te buscaba, cómo fijaba su mirada, sus gestos al hablar contigo, sus silencios, su forma de abrazarte... Eráis puro amor. Aunque lo negarais para parecer más duros... nadie podía negarlo.
Él estaba tan loco por ti, como tú por él. 
Y por eso, ahora, tampoco sé qué decirte. 
Me abruma, pero estoy tan convencida como tú, de que no vas a encontrar a nadie igual para ti, que no hay nadie más en el mundo que te vaya a hacer que te enamores como él lo hizo, que tus sueños sin él no tienen sentido... 
Me siento mala amiga por no poder ayudarte y maldecir a ese estúpido, pero también sé que no estás en esa fase de rencor. 
No encuentro respuestas, no hallo la forma de calmar tu herida interior, no vislumbro la manera de comprobar qué realidad le hace actuar de esa forma ilógica. Y además, siento que no soy de tu ayuda y no puedo aguantar mucho más, sin que me contagies tu dolor y rompa a llorar contigo... 
Pero ahora abrázame, abrázame fuerte y dime que esta semana vamos a tomar uno de esos cafés que se nos hacen eternos y nos dejan secas de malos rollos, nos llenan de agujetas la barriga y nos quitan la voz de tanto parlotear.
La amistad es algo necesario y suficiente, y la nuestra no la hemos cuidado, pero la necesitamos y antes era suficiente.
Ya por último, despierta, sólo es este mal sueño y abre tu wasap. No hace falta que te angusties más. Sí, tu última conexión es del buenas noches que sólo él te da. Sólo es un sueño. El amor invadió tu vida hace dos años y 6 meses y nos alejamos de la forma más tonta posible... pero recuerda, tenemos un café de los que hacen historia esta semana. Necesarios y suficientes.

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