Tú me hablabas de que
la próxima vez traerías un vino de no sé dónde, yo sabía que eran palabras de
papel de fumar.
No sé porqué estaba
tan convencida de que aquellas paredes, ya no iban a ser cómplices de nuestras
palabras, pero una sensación extraña invadía todo mi cuerpo... Te ibas, salías por el marco de esa puerta y te ibas para no
volver.
En unas semanas, yo
tenía dos viajes pendientes; tú, uno, y a lo que nos diéramos cuenta, los 17
minutos que separaban nuestros colchones, iban a ser multiplicados por unas
cuantas cifras.
Dentro de 4 meses, volábamos del continente, con dos días de diferencia. Rumbos distintos. Pero, quedaban... Quedaban 4 meses, y ese encuentro era el adiós... temprano, frágil, evitable.
Dentro de 4 meses, volábamos del continente, con dos días de diferencia. Rumbos distintos. Pero, quedaban... Quedaban 4 meses, y ese encuentro era el adiós... temprano, frágil, evitable.
Fue el mejor día de
mi vida.
La mejor noche de mi vida.
El mejor despertar de mi vida.
Sentir in situ,
que era la última vez que tocaría tu piel, que escucharía tu risa, que me
conquistaría tu voz, que revolvería tu pelo; era poco entendible. Tanto como la
nieve en agosto.
No podía ser, me repetía. Todo, tan contradictorio...
Cerraba los ojos fuerte, con la intención fallida de que al abrirlos, me diera cuenta de que todo era un sueño. Despertar de esa pesadilla dulce, de raros sentimientos de huida. Habría pagado porque todo fuera irreal, y no fuera tan perfecto.
Debería estar prohibido acabar la mejor película de tu vida, así.
Cerraba los ojos fuerte, con la intención fallida de que al abrirlos, me diera cuenta de que todo era un sueño. Despertar de esa pesadilla dulce, de raros sentimientos de huida. Habría pagado porque todo fuera irreal, y no fuera tan perfecto.
Debería estar prohibido acabar la mejor película de tu vida, así.
Hoy, me habías tocado
el alma y dejado tiritando de miedo. Hoy, me habías hecho sentirme la persona
más importante en tu momento. Hoy, me habías hablado con una dulzura suprema.
Hoy, me habías transportado a un universo de colores y a un quiero vivir
siempre a tu lado.
Hoy... hoy no era
ayer, ni tampoco mañana.
Mañana, me hablarías
de qué ibas a comer y de que 'siestearías' un poco. Pasado, volver al trabajo y
las quejas diarias de la rutina agotadora iban a ser el menú principal. El fin
de semana, sería protagonista el lío que te había salido a última hora por
culpa del jefe. El martes, me mandarías tus deseos de que aprovechara el viaje.
A la vuelta... todo dejaba de tener sentido a la vuelta.
A la vuelta nos quedaban 3
meses... 3 meses, en los que ninguno de los dos iba a recorrer esos 17 minutos
que separaban el timbre de nuestras guaridas. Porque nada tenía sentido ya,
porque el fin estaba escrito antes de comprar la libreta en blanco en la que
retratar nuestras venturas, porque...
Miedo eterno que nos
rebaja a obviar un presente palpable, por un futuro inexistente.
Juro que rebajé a 4
esos minutos de separación. Al acercarme al tercero, mi razón determinaba
que su dueña era una estúpida emocional, caprichosa de besos dulces, y así... Razón,
eres una cobarde (te lo digo ahora, porque entonces no fui capaz).
Fuiste lo mejor de mi
vida.
Y seguimos nuestras
rutinas, nuestros mensajes, nuestras tonterías... no sé porqué.
Nada tenía sentido, nunca fuimos de aparentar. Supongo que necesitábamos engañarnos y pensar, que no podíamos estar actuando tan infantilmente, que el futuro estaba lejos y no podíamos dejarnos escapar hoy... supongo.
Nada tenía sentido, nunca fuimos de aparentar. Supongo que necesitábamos engañarnos y pensar, que no podíamos estar actuando tan infantilmente, que el futuro estaba lejos y no podíamos dejarnos escapar hoy... supongo.
No volviste a cruzar
la puerta de mi portal, ni yo la tuya.
No trajiste el vino de sigo sin saber dónde.
No trajiste el vino de sigo sin saber dónde.
La fuerza con la que
cerré los ojos aquel día, no me sirvió para reducir a un sueño todo lo que
vivimos.
Los mensajes, las llamadas, los hechos, no acababan como lo hacían antes.
Los mensajes, las llamadas, los hechos, no acababan como lo hacían antes.
Pero aquello fue real.
Todo fue real.
Aquello no es un
recuerdo inventado.
Aquello... mata cada
una de mis ganas de vida.
Fuiste la ocasión
perdida. Y me di cuenta en el mismo momento en que me acariciaste el costado, aquel despertar.
No me preguntes porqué, no conozco la respuesta. Sólo sé que en esos dedos, las
ganas de llanto acecharon mi calma. Mi amanecer a medio día se desequilibró.
'Siente cerca cómo respira, porque es la última vez', me decía.
Y al rato, tú marchaste como siempre y como nunca.
Y al rato, tú marchaste como siempre y como nunca.
Aquel día supe que
sería el último...
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