Lo cierto
es que el espectáculo no defraudó en absoluto. la experiencia fue espectacular
y poco a poco, nos fue sorprendiendo con hechos que la hicieron inigualable,
fantástica, divertida e inolvidable. Y siendo sincera, quién me iba a decir a
mí, al inicio de la aventura, que acabaría después de esas 13 horas, sola, sin
dinero, sin móvil, sin amiga (ella sí cumplió el requisito temporal de la aventura),
y completamente desubicada, en una habitación de hotel... Hotel desconocido,
claro.
Me las
apañé para conseguir dinero con el que volver a mi adorado hogar (este tema
para otra entrada), y emprendí, tras un episodio de alucinar con lo que me
estaba pasando, la secuencia de pasos con los que llegar a la estación de tren
y poder regresar.
¿Lo peor?
Me costó encontrar la salida del hotel ¡una barbaridad! Que no es que yo me
considere tonta, pero aquello era más complejo que el laberinto típico de las
ferias de pueblo... Y, sí, dicen que "la noche me confunde",
pero a mí, en esos momentos, me confundían los rayos de sol, y me apostaría lo
que me pidieran a que aquella noche hubiera encontrado la salida...
Confusa, perdida, alucinada, desorientada, echando
de menos mi hogar, en una ciudad que desconocía, y sin dormir (dato relevante),
aparecí en la salida del hotel, después de subir, bajar, salir a una terraza
con personas tomando el desayuno al sol, escaleras, coger un camino,
deshacerlo, etc. Pero aquella puerta al exterior no era la salida normal (la de
transeúntes), si no la de coches...
Allí, un señor trabajador del hotel, acogía a los
huéspedes que marchaban, hasta que les llegaba su coche (si lo tenían en el
parking, ya que otro trabajador lo llevaba hasta allí), o su taxi, como segunda
opción. En ese momento, había un grupo de 2 o 3 personas, que iban juntas,
esperando su propio auto.
Cuando llegó mi turno y en el estado de
aturdimiento en el que me encontraba,.. ¡mi mente dio para mucho! ¿Por qué? Pues, la lista pensó: "mira que
como pidas un taxi, subas y el conductor te diga: 'señorita, tiene la estación
al cruzar la calle'; vas a echarte unas risas poco graciosas"; con lo
que me aventuré a decirle al señor trabajador (que ahora que lo pienso, caché
el hotel del que salía debía tener, porque un señor para esa función... y
aquello de no encontrar la salida, era también cuestión de lujo del hotel,
fijo): "perdone, ¿sants está muy lejos?", a lo que me respondió:
"bueeeeeno, si vas andando... tienes una hora fácil". Evidentemente,
tardé un microsegundo en responder "quiero un taxi", que acudió un
microsegundo más tarde.
Subí y me alejé de aquel hotel-laberinto de lujo.
Recorrí Barcelona, aparecí en Sants 20 minutos después, subí al primer tren que
salió camino sweet home y llegué a destino feliz, con la aventura
vivida.
Ahora que
lo pienso, me pregunto qué pensaría aquel hombre de mi pregunta... ya que digo
yo, que la gente que se hospeda en un hotel, suele conocer su localización,
suele saber cómo marchar, suele llevar equipaje...
Jajajaja, esta historia no me cansa nunca
ResponderEliminarEs que es taaaaaan graciosa. A mí, cada vez que me viene a la cabeza, me digo: vaya tela, Anita, vaya tela... ;)
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