Así fuimos.
Durante mucho tiempo, así fuimos.
Durante mucho tiempo, así fuimos.
Hoy, somos... no encuentro
palabras para explicar qué somos, o más bien, qué no somos, porque somos nada,
y con ello, no somos algo.
Siempre quisimos
alargar nuestra historia un poquito más. Hallando excusas para continuar, para
redactar un nuevo párrafo, para sentir un viento más puro,.. para ser nosotros...
y lo hicimos. Conseguimos alargar lo que fuera que fuimos, cada vez que nos propusimos hacerlo. Un tiempo. Otro tiempo más... y así siguió todo, sin llegar al fin anunciado, desde el inicio de los tiempos.
Así siguió, hasta
que, de un día a otro, nada perduró. Me desperté sin tu presencia y jamás la
volví a sentir. Sin tus 'buenos días, princesa', que jamás volví a oír. Sin tu
beso en la frente, que jamás volví a recibir. Sin tu exceso de volumen de radio mañanero, que jamás
volví a percibir.
Lo peor fue, que
nunca lo eché de menos.
Extraño, o quizá
no... ¿significa esto que nunca me importó?
No. Me importó. Claro que me
importó, como tú me importaste todo ese tiempo, y añadido, que soñé contigo sin
necesidad de dormir. Y es que durante mucho tiempo, necesité cada uno de tus gestos como necesito el sol en mis días, la
playa en mis veranos y la montaña una vez al mes. Y es que durante mucho tiempo, sentí que estaba llena de
vida compartida y que no existía nadie mejor que tú para ello.
Sí, es raro, pero nunca lo eché de
menos, y es que una vez aprendí, que lo que está de más, es lo de menos...
De un
día a otro, dejaste libre tu asiento en el sofá, sin usar tu taza de Asterix,
seco tu cepillo de dientes en el vaso... Era sencillo, mi vida pasó a ser
single y con ello, debía desaparecer cualquier señal que me recordara que
existía una opción de compartir.
Tú te fuiste de cada una de las fotos de mis días, y no había otra... no estabas, y yo no estaba para dejarte como un fantasma que sigue a mi vera. Un fantasma con capa de invisibilidad, que no te deja libre, no vaya a ser que le olvides.
No estabas, sin más.
Tú te fuiste de cada una de las fotos de mis días, y no había otra... no estabas, y yo no estaba para dejarte como un fantasma que sigue a mi vera. Un fantasma con capa de invisibilidad, que no te deja libre, no vaya a ser que le olvides.
No estabas, sin más.
Empezaban los días unipersonales, pensar en
los planes que sólo yo deseaba, no ir a destajo porque alguien me esperaba para
cenar, y mil cosas más. No, contigo ya no. Todo había pasado a ser de mi propiedad y emplear energía de
mis neuronas en tus recuerdos, o conexiones límbicas en sentimientos de soledad
triste y de vacío, no tenían cabida en esta nueva etapa... eran lo de menos...
estaban de más.
Mis amigas siguen sin
creerme, piensan que me hago la dura, que disimulo delante de ellas, que lloro
de pena cada noche en el sofá que nos vio crecer como dos unos. Y yo no sé cómo
hacerles ver que no tengo nada que esconder.
Fui dueña de mi
felicidad cuando decidí que mi sonrisa tenía tu nombre todo ese tiempo que
disfrutamos. Incluso el añadido.
Fui la ama de mi coraje para alargar nuestra historia y comprobar
que las parejas ideales, a veces, no están destinadas a continuar.
Ahora sigo
siendo la misma, la propietaria de mi felicidad y de mi coraje. Sólo cambió la
decisión de qué me hace sonreír y qué me hace continuar en mi destino.
No sé cuánto durará
mi destino, no sé cuánta vida compartida me queda por vivir, no sé cuánta
energía les queda a mis neuronas, no sé demasiadas cosas; pero, si algo aprendí
de todo lo que he vivido, es que las sonrisas dependen de mí, más de lo que
creo; y que soy yo quien elijo qué necesito para seguir siendo feliz o qué dejo a un
lado para no permitir que me inunde la tristeza.
Así que, de un momento a otro, pasaste a ser lo de más... y así, eras lo de menos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario