¡Hay que querer! Quererse y querer a las personas que nos rodean, ponernos en su lugar para entenderles mejor.
¡Hay que querer! Querer conseguir nuestros sueños, ponerse en acción y buscar la manera de lograrlos.

jueves, 20 de marzo de 2014

Con el tiempo aprendí

La vida es tiempo, el tiempo es vida, pasa el tiempo y pasa la vida.
Y con el tiempo, y la vida, aprendí mucho...
Con el tiempo aprendí que las palabras no valen nada, que muchos son expertos en vender motos que acaban siendo un freno de mano inservible; en preparar menús para uno (que no dos), sin vino que compartir; en montar una fiesta en tu casa pasado mañana, o al otro.
Aprendí, que las promesas sólo valen para quien espera recibirlas, que lo que fue de una forma en el pasado y hoy crees que no fue como viviste, es que no fue así.
Aprendí, que el tiempo tiene una velocidad determinada, pero cada persona tenemos nuestra velocidad propia, y a veces, los minutos son años, y los años, segundos.
También aprendí, que el tiempo no pone todo en su lugar, ni da a cada cual lo que merece... pase el tiempo que pase.




El tiempo sólo es una variable inventada por humanos, para creer que controlamos algo en nuestra vida. La medida del tiempo es tan irreal, como poder medir la vida en enamoramientos, en rayos de sol o en días de lluvia. Y gotas de lluvia que marcan nuestras vidas... hay muchas.
El tiempo ni corre, ni se para, ni va marcha atrás, pero mucho menos hace algo por hacernos olvidar, superar o provocar algún hecho. Los hechos se suceden porque sí, y no por el tiempo.
Olvidamos, cuando estamos preparados para hacerlo, ni antes, ni después.
Conseguimos pasar de curso cuando demostramos que asumimos los conocimientos, o acabamos una carrera cuando llegamos a meta.
Con el tiempo aprendí, que era posible caer en la misma piedra, pasara el tiempo que pasara; porque el tiempo no me hizo aprender a levantarme sin volverla a encontrar en mi camino, ni a saltarla con el impulso adecuado, ni a chafarla y continuar, porque es mucho más pequeña de lo que creo... El tiempo sólo me hizo ver que se repite, que el pasado vuelve; que tú sigues siendo el mismo, no porque no hayas cambiado, que lo desconozco, si no porque yo no te he cambiado.Y quizá, no conozco la manera de que deje de influirme tu recuerdo, pero puede que sólo deba aprender a que deje de influirme.
Con los días aprendí que lo que siento hoy, es probable que lo siga sintiendo igual mañana, pero que lo que siento hoy es único, es con lo que tengo que vivir y es para bien o mal, lo que tengo que saber llevar. Quizá mañana deje de sentirlo, quizá mañana, o pasado; pero no será por el tiempo; será por haber estructurado mis ideas, por tener algo distinto en lo que sentir, o por no saber por qué.
El tiempo no me hizo sufrir, pero sufrí; ni me hizo remontar, pero remonté; porque hay que hacerlo, porque la vida hay que vivirla.
 



Pero no sólo con el tiempo aprendí...
La edad me enseñó que la sinceridad, como la edad, hay que saber llevarla.
La amistad de años me hizo ver, que se puede convertir en nada, de cero a cien; y la amistad de unas horas, que hay quienes te hacen sentir que minutos parecen vidas; o que la amistad verdadera, puede que pasen años, pero al reencontrarla nada cambia y parece que fue ayer la última caña.
La distancia me remarcó, que aunque muchos que necesito a mi vera, no lo estéis, estáis más cerca que muchos a metros de mí. Y que no es como el tiempo, porque  crece y empequeñece al ponerse en movimiento. Sin más. Y que puede parecer eterna siendo objetivamente pequeña, o ínfima cuando las ganas de cruzarla la hacen ser más menuda. 

Los abrazos me enseñaron a que no importa cuantos me den, pero son lo más reconfortable del mundo, y que es importante dar más, tocar más, sentir más.
El tiempo es sólo (y tanto) experiencia acumulada, y la experiencia acumulada puede o no marcarnos nuestro día a día, pero estará ahí, para cuando la necesitemos o la queramos necesitar.
Vivir pensando en el tiempo que vendrá, no te hará vivirlo. 
Vivir pensando en el tiempo que fue, no te hará recuperarlo.
Vivir sin más es quizá, lo único. 
Y pensando, el tiempo me enseñó demasiado, pero con el tiempo, aprenderé mucho más.

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