Nos sorprendemos a diario, con el inicio de mil
cosas distintas. El inicio de una botella de zumo, de un libro, de una nueva
línea de bus, del gel de ducha, de un documento de word, de un programa de tv, de una relación
de amistad, de un mes, de un amor, de un destino.
La mayor parte de estos
inicios pasan desapercibidos, son automáticos, irrelevantes, monótonos. Otros,
en cambio, pueden incluso, marcar un antes y un después en nuestras vidas. El
inicio de un trabajo, un nuevo lugar de residencia, un amor o una relación de
amistad.
Por
suerte en mi vida, experimenté y experimento, grandes inicios. Todos ellos, con
su dosis de miedo, incertidumbre, ilusión, nerviosismo, ganas de saber actuar
de la forma adecuada, motivación de futuro, alegría de vivir al máximo la
experiencia o relación...
Son bonitos los inicios, llenos de miedo, llenos de
dudas y con un chute de energía, que intenta exprimir al máximo ese momento y sólo desea que sea un "continuará"
eterno.
Cuando
ese momento pasa, las cosas transcurren, nos adaptamos a la situación, reímos,
lloramos, experimentamos emociones de mil tonalidades, subimos, bajamos,
tropezamos, volvemos a tropezar, nos cerramos en nosotros mismos, expandimos
"buenrollismo"...
Vivimos como bien sabemos cada inicio y sus
"continuarás" sin saber cuando el destino podrá fin a aquello.
A
veces, el final viene marcado. Fin de ese gel que olía a chicle de melón, a esa
botella de zumo que te recuerda tu viaje a Logroño, de ese libro con el que te
sentiste tan identificado y hubieras deseado que durara hasta el fin de tu
mundo, o de esa línea de bus que desapareció tras un verano inactiva.
Sustituimos estos finales, por nuevos inicios con un bucle de 'reposición
programada', que no perturba nuestras experiencia vital.
Sin
embargo, hay finales más complejos.
Las personas y sus relaciones humanas son lo que son, y
cuando aparecen sentimientos, ilusiones compartidas o no, tiempo con puede que un objetivo
común, lazos todo parece ser duro cuando llega el final.
El final de un trabajo nos
deja un futuro oscuro, lleno de dudas, del qué será, qué conseguiré y si estaré
preparado para lo que venga.
El final en un nuevo destino vital, nos rebobina
la vida, haciendo que exista un nuevo inicio y la adaptación al otro lugar. Es un final de apertura a un nuevo "yo", de regeneración, ya que te da la oportunidad de empezar a ser tú mismo de nuevo, sin etiquetas preasignadas, pasado con marcas, y rutinas desgastadas. Un final-inicio que revitaliza.
Cuando el final es entre personas todo se complica más.
Dos vidas, un momento,
una relación común, dos puntos de vista, percepciones, sentimientos, palabras
escuchadas y transmitidas... Aquí, se sufre y es un final que ennegrece la vida, en la mayoría de casos. Porque mucha gente cree que sólo sufre uno, pero yo creo que cada uno sufre de una manera. Pasar de tener una vida con alguien, a tenerla sin ese alguien, implica adaptarse a la nueva situación, y eso requiere tiempo. Como dice Marwan...
Y no hablo solo de amor. Pasa lo mismo con un vínculo de verdadera amistad o con la muerte de alguien muy cercano. Dónde quedan los miércoles en compañía cenando en el montaditos, que ahora pasas en casa; los mensajes en cadena que te indican lo locas que podéis llegar a estar; las tardes de compras probándote lo más choni de la tienda; o las horas hablando dejándote la voz de lo mal que te sientes... ¿dónde quedan?
Las relaciones humanas son lo más maravilloso que tenemos, lo más valioso y lo más frágil. Y es necesario cuidarlas, porque todo aquello que apreciamos de verdad es necesario cuidarlo. Puede que igual ni recuerdes cuándo sucedió aquel inicio; pero para que no tenga un final y siga creciendo de inicios de mil cosas unido a esa persona, es importante mimarlo. A veces, nos acostumbramos a tener a esa persona, sin darnos cuenta de que, es importante no olvidar pequeños gestos, que evitan finales y favorecen esas relaciones, desde una tarde de risas, a cualquier regalo (por pequeño que sea) que indica eso de "me he acordado de ti".
((por cierto, ¡os quiero amig@s!))
A pesar de todo, es inevitable que lleguen finales con personas que quizá siempre pensaste que estarían contigo. En esos momentos, lo más importante es recordar que cualquier final nos da la oportunidad de un nuevo inicio en el que todo empieza. Y, ese preciso momento, nos invita a poder tener nuevas experiencias y motivaciones, empezar a ser un nuevo nosotros con todo lo que llevamos aprendido, o crear sueños, sueños (grandes, enormes, estrambóticos, pero sobretodo, nuestros e ilusionantes), que nos hacen maravillarnos de lo bonito que es vivir, aprender y continuar caminando.
La vida está para vivirla, fallar y aprender, perder y ganar, reír y llorar. Está para que cada uno saquemos el mayor jugo y, cuando llegue el final, podamos decir, "¡qué bueno fue aquel inicio en el que todo comenzó!"
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