¡Hay que querer! Quererse y querer a las personas que nos rodean, ponernos en su lugar para entenderles mejor.
¡Hay que querer! Querer conseguir nuestros sueños, ponerse en acción y buscar la manera de lograrlos.

lunes, 7 de abril de 2014

Opción: frenar

Pon el freno. En este presente. Aquí y ahora, frena y no esperes. 
No aguanto que me lleves por este camino un metro más. Frena, asume que la velocidad nunca fue buena compañera de viaje y que las sendas trazadas no siempre son los mejores senderos que recorrer.
¿Has visto pistas que te indiquen que este es el camino correcto? ¿señales, a un caso?
Juraría que te metiste en arenas movedizas, en el mismo instante en el que comenzaste la travesía.
Frena y no me aceleres. No subas la velocidad de la sangre que fluye por mis arterias, ni me superes el ritmo de inspiraciones base. No me supe adaptar a esta ruta de cuestas y descensos sucesivos, a esta montaña rusa de carreteras olvidadas, que se enlazan como cordones de las zapatillas de un niño. Siempre fui de quitarme las bambas sin desatar, a todo trapo; como cuando no expulsas el usb de forma segura... ¿por qué aprender ahora a deshacer el nudo de la técnica de las orejas de elefante o perder tiempo sacando un pen vacío?



Pon el freno. Haz como que hay un stop y déjame bajar de este auto viejo, que ya no saborea los amaneceres de un buen despertar de tu copiloto. Quiero salir de esta hojalata en la que nos hemos convertido, oxidada de hacer el amor sin sentirlo.
Frena, no continúes, asume que nunca se te dio bien orientarte en cualquier mapa. Es más, asume que jamás supiste seguir las pistas del TomTom, los pasos de una receta de cocina, y, ni siquiera en un día despejado, las enseñanzas de tu santa madre. ¿Cómo seguir a una loca insana con piel de cordero, entonces? ¿Qué motivo tiene dejarte guiar por una ciega? Date cuenta, ni quiero ver realidades y ni sé dibujar mis propios destinos...
Respira y echa el freno, no es complejo. Déjame bajar con las heridas del hoy, las de mañana huelen a ser profundas y provocar secuelas absurdas, cuando ya el diario de abordo está a puntito, de dejar de tener folios en blanco, en los que registrar dos nudos a estribor, dos tés de las cinco y hora de llegada al alba.
No me dejes seguir, pero tú continúa.



Déjame en la cuneta, como el perro que pide a su dueño unas vacaciones en soledad. Para saborear. Para aprender que el camino solo, a veces, es placentero y que creer que de los momentos lo único que importa es la compañía, no es más que profecía divina, puro placebo, expectativas desaliñadas. O no... porque los grandes recuerdos, los crean esas personas que son únicas, y cierto es que un momento no es igual de importante si no están tus amigos para compartirlo... esas grandes personas... 
¿Será que no poseemos el tamaño adecuado para cruzar un universo de colores con sólo un equipaje?
A tontas y a locas. No te hagas el despistado, el que no escucha, no remolonees, pega un frenazo o reduce la velocidad, pero no sigas como una patrulla de guardia, en la que si algo permanece invariable es pasarla con un compañero. 
Frena, déjame que siga un viaje con rumbo distinto y despídete de mí, o mejor, no te despidas. Las despedidas no sirven para nada... No hace falta ni que eches la vista atrás esperando que me dé por arrepentirme y corra de vuelta. 
No lo haré. Te lo pre-aseguro, no lo haré. Te lo aseguro, no lo haré.

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