¡Hay que querer! Quererse y querer a las personas que nos rodean, ponernos en su lugar para entenderles mejor.
¡Hay que querer! Querer conseguir nuestros sueños, ponerse en acción y buscar la manera de lograrlos.

viernes, 3 de enero de 2014

Jugando

No te creas, ni voy a decirte lo que quieres escuchar, ni quieres escuchar lo que te diría.
O mejor, puedes creerlo y descreerlo, porque así habrás tenido en algún momento, una esperanza... ¡como yo! 
La vida es más sencilla cuando ocultamos, cuando callamos, cuando fingimos... haciendo el papelón del siglo.
Paradójicamente, lo más complicado suele ser, ser como realmente somos, hacer lo que sentimos a flor de piel, explicar lo que nuestra mente nos muestra con claridad absoluta, mostrar en una forma políticamente correcta los miedos que nos avasallan... y las pasiones.
Absurdo.
Paradójicamente, también, he sido juzgada muchas veces por ser como soy, por decir lo que siento, por no callar lo que me mata por dentro.
No me cansaré de intentar ser yo. Eso seguro. 
Hasta el fin. 
Fingir no va conmigo, aunque me aleje de la media. No obstante, siempre fui la "outlayer" de turno.
Pero no sé qué me pasa contigo... ¡Se me olvida todo! Pasan de largo las aflicciones pasadas, se diluye lo que aún me tiene en estado de prórroga, se me alborotan las comisuras, mis mejillas se izan a la altura de las orejas, mis ojos se tiñen de verde eléctrico...
Me desequilibras cuerpo... y mente.
Estado de agitación que se ausenta de su universo paralelo, mi universo real.
Lo dramático... adoro ese desequilibrio, ese juego en la balanza.
Juegas con fuego. Lo sabes.
Un jugador responsable sabría que decidir jugar es asumir que puede quemarse... pero no es algo que te pegue. Ten cuidado.
Es más, ¿conoces las reglas? Porque a mí se me pasó por alto el reglamento.
Despegando, cayendo, y chocando contra el suelo... 
No sé cómo a pesar de todo, no aprendo.
¿Será que los moratones no me dejan suficientemente herida? O que me gusta el dolor...
Y tú...
¿Cómo te atreves a pronunciarte? Sé que no me equivoco cuando afirmo que sabes demasiado bien qué estás haciendo. Aún así sigo sin conocer tu objetivo principal.
¿Por qué lo haces? ¿qué te mueve a ello? 
Siempre lo mismo, ¡siempre!
Para después, o más bien ahora, que surja algo escondido...
Me siento la marioneta que se adapta a la perfección a una mano, y que es lanzada al vacío una vez acabada la función... hasta la próxima sesión ¡claro!
Integral. Un capullo integral.
Abusas de tu estado de superioridad respecto al resto, de tu poder sobre mí... Lo sabes. Lo intuyo.
Será que me mueve la psicología inversa... o será que, en el fondo, amor, sólo estás más fuera de juego que esta participante en una partida de dos.
Ten en cuenta algo, la competición debe terminar algún día. Aquí no hay árbitros, no hay jueces, no hay silbato que señale el final del set, ni del partido.
Pero, cualquier juego desgasta, hay que recomponerse de cada partida y coger fuerzas, descansando. 
Me perdí en la cuenta de quién de los dos lleva los dados, creo que perdí turnos, o tú ganaste puntos, pero el tiempo se me agota. No te voy a decir cuándo llegará a cero, lo desconozco.
Y sé que no aposté todo a ganar, pero ten por seguro que no me iré del juego, no habiendo tirado hasta el último cartucho...
Aún así, todavía esta partida es tan tuya como mía, y esta vez te toca a tí lanzar.
No te creas, ni voy a decirte lo que quieres para ganar, ni quieres escuchar lo que te haría perder.

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